Es imperativo hacer un alto y rendir homenaje al amigo que deja las cosas transitorias en este mundo para deslizarse por un cosmo celeste y placido, con la finalidad de dialogar con quien siempre tuvo una relación especial, Dios.
Viajero del conocimiento, indagador como pocos, descubridor de los vericuetos más insondables para el ojo común, sabía encontrar las razones precisas, para que el respeto por el ser humano resultase prioritario. Se fue en busca de otros caminos, su curiosidad toco el límite en la tierra y es importante entender que su alma inquieta ya investiga otras dimensiones para instalar su propia luz.
El vacío no será cubierto por nadie. Siempre que un ser humano de valía se va de las cosas terrenales, nadie puede ocupar ese espacio. Porque su esencia quedará allí, perenne en el recuerdo de cada persona que le conocía o trataba. Su familia, sus alumnos y alumnas, sus escritos, sus amistades, sus enseñanzas. Su dolor y sus alegrías formarán parte del imaginario colectivo, como un sello vital e inamovible. Generando su propia dinámica aún en la ausencia.
Carlos tuvo una vida plena, con sus terribles dificultades y sus maravillosas vivencias que sabía disfrutar. Articulador, gerenciador, organizador y creador como pocos, lograba sumar a su alrededor las más variadas expresiones, incluso las antagónicas. Concitaba en si las virtudes que hacen de una persona, ese ser al que siempre se retorna.
Carlos, decirte hasta pronto, es la mejor forma de despedirnos para que perdures en nuestros corazones.
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